Diego Fischerman coordina todos los jueves de abril el
taller Escuchar para escribir sobre música en la Fundación TEM. Aquí, algunas
reflexiones sobre el modo en que la música puede transformarse en escritura.
-¿Por qué considera que es necesario ofrecer un taller que
brinde herramientas para escribir sobre música?
La música es un objeto esquivo. Cada sonido ya ha
desaparecido en el momento en que es oído. Y los idiomas son, sobre todo,
visuales. O táctiles. Puede hablarse de músicas rugosas, oscuras, sedosas,
luminosas, claras. O, recurriendo a las sensaciones que producen en quien
escucha, opresivas, siniestras, festivas o melancólicas, entre muchas otras
imágenes posibles. Pero ninguna de ellas habla especialmente del sonido. Quien
escribe sobre música se ve ante la múltiple dificultad de un objeto difícil de
describir, y de un instrumental siempre insuficiente. Además del hecho de que
los géneros, como grandes pactos acerca de la escucha, erigen sus propios
sistemas de valor haciendo que sea virtualmente imposible contar con parámetros
de juicios universales. Las estrategias de escucha, de identificación de
parámetros, de descripción y de trabajo “cruzado” entre consideraciones
sociales y contextuales e intrínsecas al lenguaje, puede brindar más puntos de
apoyo y una suerte de protocolo para la actividad de los periodistas culturales
interesados en abordar la música en algunos de sus aspectos.
-¿Cuál es su análisis de la crítica musical que se publica
en los medios actualmente?
Está, obviamente, sujeta a los límites, de tiempo, de
posible investigación y profundización, que fijan los propios medios y sus
agendas. Pero, también, a los conocimientos –o su carencia– de quienes
escriben. En rigor, lo que se observa, es que salvo en el ámbito del rock no ha
habido un verdadero recambio generacional ni tampoco estilístico.
-¿Existen suficientes espacios donde puedan publicarse
críticas musicales? ¿Cuáles son sus características? ¿Son de acceso masivo o no
necesariamente?
La crítica musical abarca muchos niveles, desde aquella
destinada a ámbitos especializados –revistas de rock, de jazz, de músicas de
tradiciones étnicas o folklóricas o de música clásica –si bien ya casi han
desaparecido de la Argentina, salvo en el caso de las escasas publicaciones de
rock– hasta la columna de opinión en un programa televisivo o de radio. Parte
de la técnica de quien se desempeñe como crítico será, precisamente, imaginar a
su interlocutor y la manera más eficaz de comunicarse con él.
-¿Qué le recomendaría a un periodista que quiera empezar a
incursionar en el ámbito de la crítica musical?
Escuchar. Y volver a escuchar. Y tratar de contar lo que
escucha. Ninguno de los datos que pueda recopilar, ninguna de las referencias
culturales que pueda acumular, significará nada sin eso. La música no es sólo
el sonido. Pero la música no es sin el sonido.
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